domingo, 11 de octubre de 2009

Permisividad versus severidad en la relación entre padres e hijos (La Nación)


Los límites, punto de conflicto generacional
Encontrar juntos el equilibrio parece ser el mejor camino

Dejar la severidad a un lado para respetar la libertad de los chicos. Este fue sólo uno de los consejos del recientemente fallecido pediatra norteamericano Benjamin Spock.

Dichos mandamientos le valieron la admiración de millones de padres que siguieron sus teorías como si se trataran de dogmas y la reprobación de otros que no dudaron en llamarlo "el padre de la permisividad". Y la controversia continúa.
Luego de enconadas discusiones acerca de los límites que se deben poner a los hijos, los padres aún se preguntan si es bueno adjudicar al chico responsabilidades que quizá no está en condiciones de asumir.

¿Es bueno que las familias sean más flexibles durante las vacaciones? ¿Cómo se logra volver a la normalidad después de ese período? ¿Los chicos piden límites o exigen libertad irrestricta?

Permisividad versus severidad. Si bien los especialistas aseguran que cada hijo es un mundo distinto, coinciden en que ambas posturas son poco sanas para chicos y adolescentes y que en el punto medio se encontrará el equilibrio.

Los padres, de acuerdo con el sociólogo Antonio Domini, deben establecer límites máximos y mínimos entre los que se pueden mover sus hijos. Estos estarán dados por el cúmulo de valores de cada familia.

El dolce far niente

"Muchos padres creen que los límites son una falta de respeto a la libertad de sus hijos y entonces le permiten hacer lo que ellos quieren", opinó el sociólogo Jaime Barylko.
Pero la permisividad, a la luz del especialista, puede ser un pretexto para que los hijos no molesten.
En tanto, los chicos aseguran que disfrutan de mayor libertad durante el verano y que se irritan cuando sus padres pretenden volver a establecer las prohibiciones que rigen durante el resto del año.

En una mesa redonda organizada por La Nación, los adolescentes coincidieron en que durante las vacaciones obtienen de sus padres un mayor margen de libertad. Por caso, Pilar Cajaraville, de 15 años, aseguró: "En el verano me dejan hacer más cosas porque mi madre ya no tiene la excusa del estudio".
Ya sea porque quieren pasar unas vacaciones en paz o porque los chicos y ellos mismos se merecen un descanso, los padres admiten que son menos rígidos en ese período.
Sin embargo, después llegan las clases y con ellas, los problemas. Consuelo Velardi, de 39 años y madre de Alejandro, de 14, se lamentó: "Si bien en las vacaciones lo dejo salir más, cuando empieza el colegio le tengo que poner más límites porque pretende seguir con el mismo ritmo".

Pese a ello, Barylko sostuvo que los límites no pueden cambiarse de un día para el otro. Ni en verano, ni en invierno.

Otro tanto consideró la psicóloga María Cristina Martínez Bouqué. Para ella, cada chico es un mundo diferente, por lo que cada padre tiene que aprender a conocer a su hijo y, a partir de allí, analizar cuáles son las restricciones que deberá imponer.
"Hay chicos que necesitan límites y otros, más espacio. Los padres tienen que ver qué responsabilidades puede tomar cada chico en cada caso", aseguró la especialista.

Sinónimo de preocupación

Consultados acerca de si quieren restricciones, los adolescentes consultados respondieron con un contundente sí y aceptaron que la falta de controles paternos los asusta y molesta.
La clave se encontró en que, si bien no siempre están de acuerdo con que se les restrinja la libertad, los hijos consideran que los límites son una muestra de la preocupación y el amor de sus padres.

"Tanta liberación me haría sentir mal, porque creería que no me cuidan lo suficiente. Necesitás un 50 por ciento de límites y otro 50 de permiso", sostuvo Lorena Molina, de 17 años.

Algo similar dijo Martín Ruiz, de 17 años: "Dos padres liberales demuestran que no les importás. Es feo sentir que hacen cualquier cosa por sacarte de encima".

Cuando los chicos transgreden límites, según considera el sociólogo Domini, en realidad lo que están haciendo es pedirlos a los gritos. "Hay restricciones de tipo social que pueden ser más laxos, pero con los que se refieren a los principios éticos de una familia hay que tener más cuidado."

Ya sea por defecto o por exceso, todos los padres están tentados de caer en el extremo. "Algunos tienen dificultades para saber cuál es la norma correcta y otros exageran por miedo. Hay que buscar un equilibrio entre estas posturas que se adecue a la realidad de los hijos", según Martínez Bouqué.

El diálogo entre padres e hijos, lo que para Domini da la pauta de un sentido democrático en la familia moderna, parece ser la mejor forma de encontrar los límites adecuados.

"No sólo implica ponerse de acuerdo, sino hacer que el chico razone, que entienda por qué se le dice que sí a unas cosas y no a otras. Cuando entienden eso, los hijos son muchas veces más estrictos en el respeto a los límites que sus padres", concluyó el sociólogo.

Diario La Nación / Noticias de Información general
Lunes 23 de marzo de 1998 Publicado en edición impresa

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